Hacer el Camino de Santiago con calzado minimalista: mi experiencia y guía para que tú también lo consigas

A raíz de hacer mi primer Camino de Santiago con unas Hoka Speedgoat 3, y comprobar cómo tras más de 1000 km me pisaba el dedo meñique a cada paso, empecé a buscar alternativas.

Alternativas que me permitieran lo más básico: caminar sin dolor y con espacio suficiente para todos mis dedos.

Así comenzó mi historia con el calzado minimalista. Y, desde entonces, no he vuelto atrás.

Hoy quiero contarte cómo fue mi transición, cómo fue peregrinar con barefoot, qué aprendí por el camino y qué tipo de calzado recomendaría en función de tu experiencia. Si estás pensando en hacer el Camino de Santiago con calzado minimalista, esta guía es para ti.


¿Qué es el calzado minimalista (y por qué cada vez más peregrinos se interesan por él)

Cuando hablamos de calzado minimalista, hablamos de algo muy concreto:

  • Drop cero: el talón y el antepié están a la misma altura.
  • Suela fina y flexible, sin amortiguación.
  • Sin soporte ni refuerzos rígidos.
  • Forma ancha en la parte delantera, respetando la forma natural del pie.

Este tipo de calzado busca que el pie se mueva libremente, como si estuviera descalzo, y que se fortalezca con el uso en lugar de depender de la estructura del zapato.

Ya sea en forma de huaraches, zapatillas barefoot o incluso sandalias con suela ultrafina, el objetivo es el mismo: recuperar la biomecánica natural del cuerpo.


¿Tiene sentido usar calzado barefoot en el Camino de Santiago?

La respuesta corta: sí, pero con matices.

✅ Ventajas reales del calzado minimalista en el Camino:

❌ Pero también hay inconvenientes:

  • Necesitas una buena adaptación previa. No puedes estrenar barefoot el primer día en Roncesvalles.
  • Terrenos pedregosos o con grava afilada pueden resultar duros.
  • Con frío o lluvia, no todos los modelos sirven.
  • Puedes sobrecargar músculos y tendones si no estás preparado.


Mi transición: de zapatillas convencionales a barefoot (y cómo aprendí a escuchar mis pies)

Tras ese primer Camino con las Hoka, donde sentía que mis pies estaban “encajonados”, empecé a investigar. Descubrí marcas como Vivobarefoot, Xero Shoes y los clásicos huaraches caseros. Empecé a caminar con ellos por ciudad, luego por caminos fáciles, y después me atreví con rutas más largas.

La clave fue ir muy poco a poco: distancias cortas, terrenos suaves, escuchar mi cuerpo. Noté enseguida cómo trabajaban músculos del pie que nunca antes había sentido.

Cuando me lancé a hacer el Camino de Santiago con calzado minimalista (en concreto, huaraches y unas zapatillas barefoot de reserva), todo cambió.


Cómo fue hacer más de 800 km con calzado minimalista

Los primeros días fueron duros. Los caminos estaban llenos de piedras afiladas y, a partir de los 15-20 km diarios, sentía que pisaba siempre sobre la misma piedrita imaginaria justo en el centro del antepié.

Pero, como pasa en el Camino, el cuerpo se adapta. Al tercer o cuarto día, la molestia bajó. A la semana, mis pies empezaron a responder. Aprendí a caminar diferente, a colocar mejor la pisada según el terreno. A los quince días, ya no tenía molestias más allá de las normales por andar 30 km al día.

Y lo más sorprendente: ni una sola ampolla. Solo una pequeña molestia en un dedo, que no llegó a más.

Y si aún estás decidiendo qué llevar, puedes complementar esta guía con este otro artículo sobre cómo preparar tu equipaje para el Camino, que aunque pensado para bici, aplica al minimalismo total.


¿Y qué pasa con la suela? ¿No es muy fina?

Aquí va uno de los aprendizajes más importantes: elige bien el grosor de la suela.

Yo cometí el error de llevar unos huaraches con suela demasiado fina (menos de 5 mm), que funcionaban bien en ciudad pero no para piedras durante 10 horas al día. La próxima vez, elegiría algo con mínimo 6 mm de goma + plantilla fina, o directamente un modelo barefoot con un poco más de amortiguación (sin perder la esencia minimalista).

También aprendí que los repuestos son clave. Las cuerdas de mis huaraches se rompían cada pocos días y tuve que aprender a repararlas sobre la marcha. Llevar una cuerda extra y cinta americana fue una salvación.


¿Puedo hacer el Camino entero con barefoot? ¿Y si no estoy segura?

Aquí te doy una guía según tu punto actual:

🟢 Si ya caminas o corres con calzado minimalista:

¡Adelante! Solo asegúrate de:

  • Tener un modelo con suela algo más gruesa.
  • Llevar repuesto o alternativa (por si hace frío o se rompe).
  • Cuidar el arco plantar con estiramientos suaves.

🟡 Si usas barefoot solo en ciudad:

Haz un periodo de adaptación previo. Prueba rutas de 10-15 km con mochila. Observa cómo responde tu cuerpo. Alterna con otro calzado al principio.

🔴 Si nunca has probado barefoot:

No empieces en el Camino. Haz primero una transición gradual (meses antes), y solo si te sientes cómoda, llévalo como alternativa ligera. Pero empieza con calzado convencional de horma ancha y suela flexible (al estilo Altra o Lems).


Modelos barefoot recomendados para el Camino de Santiago

Aquí te dejo algunas opciones que he probado o que otros peregrinos barefoot recomiendan:

👣 Zapatillas:

Vivobarefoot Primus Trail – Buen agarre y resistentes.

Merrell Vapor Glove 6 – Ultraligeras y flexibles.

Xero Shoes Mesa Trail II – Ideales para largas distancias.

🩴 Huaraches / sandalias minimalistas:

👟 Calzado “transicional”:


Consejos para peregrinar con calzado barefoot (y disfrutarlo)

  1. Entrena antes: no estrenes barefoot en el Camino.
  2. Elige bien la ruta: el Camino Portugués o el Inglés tienen terreno más amable.
  3. Escucha tus pies: si duelen, para, cambia de técnica o alterna calzado.
  4. Cuida tu pisada: con barefoot no puedes caminar “en automático”.
  5. Atiende al clima: lleva calcetines térmicos o cubrezapatillas si hace frío.
  6. Prepara repuestos: especialmente cordones o plantillas.
Vista frontal de unas botas barefoot de senderismo en lo alto de una montaña, con cielo rosado al amanecer en el Camino de Santiago.

Conclusión: ¿merece la pena hacer el Camino de Santiago con calzado minimalista?

Para mí, la respuesta es sí. Sin duda.
Pero no es un capricho ni una moda: requiere preparación, adaptación y escucha activa del cuerpo.

El barefoot te conecta con el terreno, te obliga a caminar más consciente, y (si se hace bien) puede librarte de muchas molestias habituales como las ampollas, las uñas negras o la sensación de pies aplastados.

Y lo más importante: devuelve a tus pies su forma y función natural, incluso después de miles de kilómetros.

Porque al final, en el Camino como en la vida, todo empieza por el primer paso. Y cuanto más natural sea ese paso, más cerca estarás de ti misma.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio
Esta página web utiliza cookies   
Privacidad