La Cruz de Ferro no se toca: la agresión silenciosa al alma del Camino de Santiago


¿Qué está pasando en la Cruz de Ferro?

La Cruz de Ferro, situada entre Foncebadón y Manjarín, es mucho más que un montón de piedras y un poste de hierro. Es uno de los símbolos más profundos del Camino de Santiago. Un lugar donde los peregrinos dejan una piedra traída desde su casa, cargada de emociones, penas, duelos, promesas. Y lo hacen en silencio. Porque no hace falta hablar cuando el alma se vacía.

Pero ahora, quieren transformar ese espacio sagrado en un decorado más del turismo de masas. Con caminos de piedra pulida, jardineras, cipreses plantados en fila y hasta aparcamientos para autobuses. Como si el Camino necesitara mármol para ser grande.

Cruz de Ferro en el Camino de Santiago rodeada de piedras dejadas por peregrinos, con cielo nublado y ambiente solemne

La esencia no se reforma: se respeta

Las obras impulsadas por la Junta de Castilla y León, con la excusa de la accesibilidad y el “embellecimiento”, suponen un ataque frontal a la identidad del Camino. Lo que empezó como una intervención para “mejorar el entorno” ha acabado siendo una agresión a uno de los símbolos más puros del peregrinaje.

Peregrinos, hospitaleros, asociaciones jacobeas y amantes del Camino han levantado la voz. Porque esto no va solo de cemento. Va de algo mucho más profundo: la pérdida del respeto por lo intangible. Lo que no se ve, pero se siente. Lo que no se compra, ni se vende. Lo que se vive a cada paso, en cada lágrima dejada a los pies de esa cruz.

¿Quién lo pidió? Nadie que haya caminado

Las decisiones que afectan al Camino no las pueden tomar quienes nunca se han calzado una mochila ni han dormido en un albergue. Quienes solo ven números, licitaciones y turismo organizado.

Ningún peregrino pidió un parque. Ningún peregrino pidió cipreses simétricos. Lo único que se pide cuando llegas ahí arriba es un momento de paz. Y eso lo están destruyendo a golpe de obra pública.

La Cruz de Ferro no necesita jardineras. Necesita respeto

Queremos dejar esto claro: no estamos en contra del cuidado, la protección o la accesibilidad. Estamos en contra de las intervenciones que desfiguran el espíritu del Camino.

Lo que hace especial a la Cruz de Ferro es precisamente su crudeza. Su humildad. El caos de piedras que no tienen nombre. El silencio roto por una respiración entrecortada. El peregrino que deja una piedra y, con ella, una parte de sí mismo.

¿Y ahora quieren convertir eso en un decorado para Instagram?

Cuando tocas el alma del Camino, lo matas

Esto no es solo una remodelación. Es un síntoma. De cómo la turistificación del Camino de Santiago está haciendo desaparecer su esencia. De cómo lo sagrado se convierte en fotomatón. De cómo lo íntimo se convierte en evento.

Pero todavía estamos a tiempo.


¿Qué puedes hacer tú?

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1 comentario en “La Cruz de Ferro no se toca: la agresión silenciosa al alma del Camino de Santiago”

  1. No se si atreverme a dejar mi opinión en este post, pero intentaré arrojar un poco de luz desde una perspectiva menos dogmatica y como lugareño de otro lugar similar. Porque creo que el significado espiritual que realmente concierne a los símbolos del Camino, como la cruz de fierro, se está mitificando tanto que pierde su valor aunque no lo ajardinen.

    En realidad, nada es tan importante como queramos dárselo a un lugar, momento, cosa, situación… y no para todos tiene la misma importancia ni la misma intensidad. Para mi la cruz de fierro también es especial, como bicigrino es un símbolo donde dejas una parte de tí materializada en piedra con un deseo escrito en tinta, pero no es el único ni el más especial. Hay muchos más rincones más o menos compartidos, monolitos, etc… que por cierto, hace tiempo leí un artículo que ese tipo de monolitos naturales «contaminan» el medio ambiente porque erosionan forzosamente un lugar, haciendo que las condiciones o especies autoctonas tengan que adaptarse a la nueva forma, insignificante a corto plazo y visto desde fuera, pero a largo plazo y quienes tienen que convivir diariamente… especies, lugareños, etc… es una contaminación del medio ambiente. A mi personalmente, ni me va ni me viene, pero empatizo con los lugaremos y sobretodo con las especies, porque también vivo en una zona rural con afluencia turística y aunque nos gusta ser hospitalarios, también nos gusta que respeten nuestras costumbres sin invadirnos y los monolitos acaban siendo una invasión de un espacio que va perdiendo su esencia con ese afán de «dejar huella».

    Y para terminar, como informático, me pondré un poco más analista y desconfiando con ese tipo de plataformas que utilizan publicidad invasiva para mantenerse a costa de las cookies y las firmas. Es un poco como las ONGs virtuales, pero más pasivo agresivo. Cuidao!!

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